(fragmento)
Sólveig Samúelsdóttir, mezzosoprano
Coro de la Orquesta Ciudad de Granada
Orquesta Ciudad de Granada (dir. Federico Sepúlveda)
La Madre fue gestada entre 2012 y 2014, si bien la idea general nació súbitamente al despertar una mañana de diciembre de 2011. La intención de la obra es hiperexpresiva, y sus medios técnicos, sin duda, eclécticos, moviéndose en el plano armónico entre lo tonal y lo modal.
La madre embarazada sueña, clarividente, cómo será su hijo, como vivirá la felicidad más grande y más sencilla y cómo lo alcanzará también la angustia más insoportable; así también la primera canción está preñada del material musical posterior. Mientras tanto, los niños juegan. Anunciación de la Carne se propone plasmar uno de los momentos exultantes del hijo, una explosión vitalista, y para ello se sirve de arabescos, escalas luminosas, virtuosismo vocal, colores en la orquesta y relaciones armónicas sorpresivas, y todo esto dará paso en Canción (concretamente Los cuatro muleros, que fue recogida por el mismo Lorca) a una posterior burla del coro, siempre jugando. En Los charcos de la luna, tres textos pugnan por la supremacía: una súplica, una burla y una fantasía surrealista, y finalmente tras el dolor se impone un cuarto, una nana rumana que vuelve a expresar la ternura del primer número, pero ahora en ocho compases, encerrando además en su texto la misma idea precognoscitiva; se trata de un auténtico collage, también en lo musical, ya que aparte de ser básicamente una deformación de Anunciación de la Carne, aparece material de Canción, y una cita del tema principal de una obra de juventud del autor. Por último, Absalon fili mi llora la pérdida del hijo, comenzando como un motete renacentista, basándose después en un bajo barroco de lamento y tendiendo de nuevo puentes con las canciones anteriores, especialmente con La madre.
LA MADRE
La madre soñaba oscuramente:
Será rubio, tendrá estos ojos mismos,
le amarán las muchachas. Una tarde,
de pronto, llorará junto a una rosa.
Le crecerá la angustia sin saberlo.
y cada nuevo umbral será una herida.
Temblará al traspasarlos, hijo mío,
acaso una paloma, acaso nada.
El viento por la frente; las caídas
hojas que se acumulan; los rumores
del corazón callados: nadie sabe
las formas repentinas de la dicha.
Yo lo siento aquí hondo, en mis entrañas,
el río de tu vida, que me deja
una nostalgia antigua, una dulzura
vieja en mi corazón, como la sangre.
Me hace toda ribera, toda muro
donde lamen las aguas de tu vida.
Torno otra vez a ser niña jugando,
corriendo como niña entre las rosas.
¡Oh sueño en mis entrañas! ¡Oh alto río,
resonando de siempre en mis entrañas!
(José Antonio Muñoz Rojas)